Agroinfluencers: el campo se exhibe en las redes sociales

Agroinfluencers: el campo se exhibe en las redes sociales

Rechazan de plano la idea de que quien se queda en el pueblo y se dedica al huerto, al ganado y al monte es porque no tiene otra opción. No consideran propio del siglo XXI que haya personas que aún mantengan tan trasnochado concepto y por eso lo rebaten con firmeza en el foro de reunión más grande jamás imaginado, el de las redes sociales. Conscientes de que éstas constituyen un escaparate formidable y de que en ellas no existen los límites físicos, decenas de jóvenes agricultores, ganaderos y operarios forestales de nuestro país se han sumado a su uso frecuente para, a través de fotos, vídeos y comentarios, mostrar su día a día.

Ni sus abuelos y abuelas, ni siquiera algunos de sus padres y madres comprenden los términos que definen a esta nueva generación. Son twitteros, youtubers, bloggeros, instagrammers, etc., y en sus perfiles acumulan insospechadas cifras de followers; seguidores que crecen a diario y a los que, lo más importante para los bautizados como nuevos influencers del campo, dejan perfectamente claro que, si han echado raíces en el pueblo, ha sido por decisión personal y porque dedicarse al sector primario es, simple y llanamente, lo que les hace felices.

A través de cientos de post diarios, los defensores de la vida en el campo de la era digital comparten la belleza de los parajes naturales que enmarcan su tarea diaria, el colorido de las frutas, verduras y hortalizas que cultivan y el bienestar de los animales a los que miman; sin duda, lo mucho de idílico que hay en la vida rural, pero sin dejar nunca de lado la dureza que ésta supone en ocasiones. Y es que lo suyo no va de postureo.

Irene Nonay (@irenenonay) es una asidua twittera que suma más de 5.760 followers en la red social del pajarito y que también publica asiduamente en Instagram para más de 2.460 seguidores. Estudió farmacia, fue alumna Erasmus, ha viajado y ha trabajado en el área para el que se formó, pero un día, angustiada por el abandono y el incierto futuro que se cernía sobre los campos de sus abuelos, esta joven navarra de sólo 28 años decidió convertirse en agricultora. Ahora se dedica en cuerpo y alma al cereal, al brócoli y a unas 20 hectáreas de almendros que cultiva en la comarca de las Bardenas Reales de Navarra, y, aunque también hace algunas guardias y horas como farmacéutica, denota felicidad con su nueva faceta como mujer de campo en las redes sociales.

Fue en diciembre cuando se lanzó a compartir su día a día porque «cuando hablaba con amigos y conocidos y les decía que era agricultora, no tenían muy claro qué es lo que hacía». «Vi mucho desconocimiento en la sociedad, que en demasiadas ocasiones no se sabe el camino que sigue un alimento hasta llegar a la estantería de un supermercado», afirma Irene sobre la motivación que la llevó a mostrar en redes «el trabajo» que hace y las cosas que la sorprenden o simplemente le gustan del campo «y que mucha gente no tiene la oportunidad de ver a diario por su distancia con la naturaleza».

Además, con sus posts, también quiere poner de manifiesto «que las mujeres vamos hoy al campo con nuestro propio nombre», y, por supuesto, «visibilizar que hay jóvenes que hemos decidido quedarnos en el pueblo porque queremos seguir con algo que hemos visto desde pequeños en casa». «¡Que lo hemos elegido!», afirma con contundencia.

El Nano Farinetes que aparcó la mecánica

Como ella, también aprendió prácticamente a andar entre cultivos con su abuelo Germán Domínguez, más conocido en Instagram y Facebook como El Nano Farinetes. Tras estudiar mecánica, a los 19 años y pese a las reticencias de quien le había inculcado el amor por la agricultura, precisamente «por la dureza de este trabajo», se convirtió en agricultor. Hoy, con 26 recién cumplidos, el niño de los Farinetes -apodo heredado de un bisabuelo que «hacía estos tradicionales purés de cereales para dárselos a los pobres»-, habla con verdadera pasión de sus brócolis, coliflores, lechugas y alcachofas, reinas, estas últimas, de la huerta que cultiva en San Baudilio de Llobregat y a la que está intentando incorporar calçot y variedades autóctonas de tomate que se afana por recuperar.

Disfruta de lo que hace, afirma con pleno convencimiento, y le gusta compartirlo. Por eso, como una vez por semana -«para no cansar demasiado», dice-, postea vídeos y fotos sobre la faena que le ocupa puntualmente en cada momento, con unas motivaciones muy bien definidas: «que la gente vea que del campo se puede vivir»; «que los niños, las nuevas generaciones, sepan de dónde sale un tomate o cualquier producto que llega a su mesa», y, en definitiva, «dar a conocer una actividad que está a apenas diez kilómetros del centro de una gran ciudad como es Barcelona, pero que no se valora como se merece».

La ‘agroinfluencer’ de la motosierra

«Dar a conocer algo que la gente tiene al lado pero que desconoce» fue también el motivo por el que hace unos tres años comenzó a subir contenidos fotográficos y videográficos sobre las máquinas con las que trabaja en los montes gallegos Laura Vallejo, una operaria forestal de sólo 27 años. Quería visibilizar esa gran labor que se realiza en este sector -también por parte de mujeres como ella-, en el que se embarcó de la mano de su chico y la empresa familiar de éste; y sin duda que sabe hacerlo porque la ya conocida como la influencer de la motosierra suma más de 17.400 y 35.000 seguidores en Instagram y Tik Tok, respectivamente. Y aunque no siempre sus publicaciones son entendidas como ella desearía -pues, como les ocurre a otras compañeras, son «miradas con lupa» y en ocasiones despiertan comentarios fuera de lugar porque, «aunque la concienciación sobre la igualdad va avanzando, aún hay mucho camino por recorrer»-, afirma esta joven de Meira (Lugo) que «es una satisfacción que tanta gente se interese por lo que haces».

«Como otro trabajo más»

Laura, @lauritavallejo, achaca su éxito al hartazgo que empieza a haber en la sociedad de «la perfección». «La gente está saturada de ver modelos que suben a sus redes fotos perfectas», dice para explicar por qué la realidad de alguien normal es capaz de captar tantos likes; todo un ejército de seguidores que incluso le ha valido ya a la joven gallega varios contratos hasta con cinco marcas de maquinaria, de tal forma que, para ella, en estos momentos, las redes sociales son un complemento a su faena diaria en el monte. «Cuando llego a casa y ceno, me tengo que poner con las redes sociales, como otro trabajo más», afirma quien, moviéndose con destreza entre motosierras y descomunales autocargadores y procesadoras en sus vídeos y fotos, y cuidando con mimo sus mensajes, se ha convertido en todo un fenómeno.

El de estos tres agroinfluencers es sólo un ejemplo, pero navegando apenas un poco entre perfiles, blogs y páginas podríamos hablar de muchos más; de decenas de jóvenes como Rodrigo, Irene, Germán o Laura; mujeres y hombres de su tiempo, que, como ellos, están sabiendo aprovechar las redes sociales para romper estereotipos y compartir con todo el mundo que, más allá de la tan traída y llevada despoblación, en las zonas rurales hay otra realidad, a menudo con cosas buenas y otras, no tanto.

De hecho, en sus publicaciones -casi siempre aderezadas con esa mezcla de cuidado humor y fina ironía que resulta infalible para ganarse el like-, no sólo hay un guiño a los pequeños grandes lujos que regala el pueblo; también hay espacio, y mucho, para la demanda y para la denuncia de situaciones que viven en su quehacer profesional cotidiano y que, consideran, desvaloriza el trabajo que miles de profesionales de sus gremios realizan a diario para que el común de los mortales tengamos a nuestro alcance cosas tan esenciales como una naranja para el postre, un filete para comer u oxígeno para respirar. Visibilizar ese trabajo y devolverle el valor que por justicia le corresponde es el objetivo común que, pese a la distancia física, conecta a todos estos influencers en internet.

Raíces, la primera red social agraria

Las redes sociales se han convertido en un excelente soporte publicitario y el campo también se suma a ellas para extender su mensaje: el de que tiene y ofrece futuro. Contribuir a ello, a mostrar el sector primario como una opción atractiva profesional y de vida, es lo que ha propuesto UPA Joven con la creación de la primera plataforma colaborativa del sector agrario.

La han bautizado con el nombre Raíces y no sólo pretende ser una red social, sino también un foro y una web al uso para facilitar el intercambio de información entre expertos y jóvenes, para romper las barreras burocráticas que a menudo se presentan como insalvables para quienes quieren emprender en el campo y, en última instancia, para promover el relevo generacional de agricultores y ganaderos y luchar contra la despoblación.

Entidades del mundo rural, académico, tecnológico y bancario se han aliado con la organización profesional agraria para poner en marcha este espacio web, ‘https://www.raices.info/’ en el que, por supuesto, también tienen su espacio los agroinfluencers de Instagram y grupos vinculados a la agricultura, la ganadería y el sector forestal con fuerte presencia en Facebook y LinkedIn.

Fuente: www.eleconomista.es

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